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YO TRABAJO, HASTA EN CRISIS

Elena Molina, 56 años.

Valdivielso

Iván Samaniego, 27 años.

Valdivielso

Daniel Visa, 23 años.

Valdivielso
Gadea G.Ubierna / Burgos

Podría decirse que las personas con discapacidades físicas o psíquicas, enfermedades mentales, ex toxicómanos o gitanos son expertos en lidiar con la crisis, porque, en realidad, siempre han convivido con ella. Hacerse un hueco en el mercado laboral les costó el sudor de varias décadas y cuando su presencia en las empresas empezaba a no ser excepcional, llegó la crisis para todos y se cebó con ellos, aunque no del mismo modo en todos los casos. Mientras que en la Fundación Secretariado Gitano o Proyecto Hombre están encontrando muchas dificultades para lograr la inserción de muchos usuarios, hay centros especiales de empleo en los que tienen tanto trabajo como antes del comienzo de la crisis.
Este tipo de centros son empresas en las que un 70% de la plantilla tiene algún tipo de discapacidad en un grado superior al 33%, y la mayor parte de las veces están constituidas por las propias asociaciones para facilitar el trabajo a sus usuarios, dado que conseguir un puesto en una empresa convencional sigue siendo difícil. De hecho, en UGT calculan que en la provincia hay alrededor de 500 discapacitados físicos y psíquicos trabajando en una veintena de centros especiales de empleo. Los datos relativos al mercado ordinario, en cambio, son más complejos de obtener, ya que, como explica Inés Ruiz, de UGT, «no está controlado». La ley establece que las empresas de más de 50 trabajadores tienen que reservar un 2% para personas con discapacidad, pero, como subraya Ruiz, «la ley está muy bien en el papel, pero la realidad es otra y las empresas lo cumplen, o no. En algunos casos, al contratar los servicios de un centro especial de empleo ya lo están cumpliendo, pero otras no lo hacen de ninguna forma».
Uno de estos centros es el que tiene Aspanias (Asociación de Padres y Familiares de Enfermos con Discapacidad Intelectual) en Quintanadueñas. Allí hay más de 200 personas con discapacidad trabajando para empresas de la provincia y de fuera. Fuentes de la asociación aseguran que la crisis no les ha afectado en la contratación de personal, sino en la recepción de fondos. Es lo mismo que ocurre en Síndrome de Down, según explica su director, Luis Mayoral: «En este momento, tengo dos ofertas de trabajo. Nosotros no tenemos problema en ese sentido, sino en las aportaciones monetarias, que han disminuido en un 30%». En el servicio de inserción de la asociación hay 18 personas, ocho tienen trabajo en empresas (Alcampo, Telepizza, Benteler, Caja de Burgos y Eroski), y en organismos públicos (la Diputación y el Ayuntamiento); y otros diez están todavía en fase de formación. «Buscamos mucho donde pueden estar, pero si hablamos de que en la provincia hay cien personas de entre 20 y 49 años que podrían trabajar, lo están haciendo ocho».
Las personas con las capacidades intelectuales mermadas o con enfermedades mentales tienen más dificultades para entrar en una empresa que otros cuya discapacidad sea física. La Afem (una asociación patronal que representa a un centenar de centros especiales de empleo de todo el país) señala que de 77.700 personas con toda clase de discapacidades residentes en Castilla y León, hay 24.200 trabajando y 5.300 en el paro. En cambio, de un total de 13.700 personas con problemas intelectuales o mentales, solo hay 1.800 con trabajo y 700 parados. En ambos casos, a estas cifras hay que añadir las de pensionistas, incapacitados y otros inactivos.
Desde la Federación de Asociaciones de Personas con Discapacidad Física y Orgánica de Burgos (Fedisfibur) informan de que el año pasado sus usuarios firmaron 101 contratos, de los cuales 34 eran en empresas ordinarias y el resto en centros especiales. Esta es la mayor cifra de contratación en los últimos tres años y, por mayoría aplastante, 94 casos, fueron para empresas del sector servicios y para más de seis meses.

Más dificultades

Esta situación nada tiene que ver con la que están viviendo otros colectivos de los denominados «en riesgo de exclusión social» como los usuarios de Secretariado Gitano y muchos de Proyecto Hombre. El director de esta organización, Manuel Fuentes, explica que «las personas que están en reinserción y con una situación más difícil, antes estaban trabajando en diez o quince días. Ahora, el cambio es radical porque hay quien encuentra algo a través de una empresa de trabajo temporal, pero es un contrato de un día. Eso nos obliga a darles más apoyo y a prolongar la estancia residencial mientras buscan, algo en lo que, me consta, se están empleando a fondo».
Algo muy parecido ocurre en Secretariado Gitano, donde están atendiendo de nuevo a personas a las que ya no esperaban ver de nuevo. La coordinadora de la fundación en Burgos, Ana Sedano, explica que «estamos recibiendo a usuarios que ya creíamos normalizados». Sedano explica que a la dificultad general para encontrar trabajo, «a ellos se les suma que son gitanos», concluye.

Elena Molina, 56 años: «Tengo contrato desde hace 26 años. Ahora, tengo ganas de jubilarme»

A Elena Molina le gusta hacer manualidades y, en especial, punto de cruz. Para ella, los dibujos en tela a base de aguja e hilo no son solo una diversión, sino que son una forma de entrenar y mantener ágiles las manos, algo que le viene especialmente bien para su trabajo.
Molina llega a las 08.30 horas al centro de empleo de Aspanias y se sienta ante la mesa sobre la que empaqueta cada mañana cientos de dosis de productos cosméticos de la firma L’Oreal. Explica, mediante escenificación, que su trabajo consiste en colocar cada dosis en los soportes de cartón, que luego se introducen en la caja para que la firma cosmética las pueda distribuir. Asegura que ha perdido la cuenta de cuántas rellena cada día, pero el adjunto de producción de Aspanias, Raúl García, aclara que la producción diaria ronda las 4.000 cajas y hay sesenta personas en este cometido, por lo que salen cada uno a una media de 66 paquetes al día, aproximadamente.
Elena Molina tiene 56 años y es una de las veteranas del centro especial de empleo de la asociación, en el que trabaja con contrato desde hace 26 años. «Ahora tengo ganas de jubilarme», dice con timidez, destacando que todos los que entraron con ella ya se han jubilado. En la línea de manipulado de productos cosméticos lleva poco más de un año, pero antes trabajó en otras áreas. «Creo que es bueno cambiar y probar otras cosas porque, si no, acaba siendo aburrido», dice, antes de especificar que, de todo lo que ha hecho, lo que más le ha gustado ha sido el trabajo de recepcionista.
Antes de estabilizarse en Aspanias intentó trabajar en el mercado ordinario, pero no tuvo ocasión. «Lo intenté en una guardería, pero no me dieron el trabajo», cuenta. El centro especial de empleo de la asociación, en la que lleva 36 años, le permitió adquirir cierta autonomía (cobra el salario mínimo interprofesional), aunque sigue viviendo con su madre y su hermana.

Iván Samaniego, 27 años: «Hay que ganar dinero para salir, las fiestas y el verano»

Cada día a las 10.30 horas, Iván Samaniego se pone el polo y la gorra rojas de Telepizza y empieza su jornada laboral. «Limpio las sillas y las mesas, repongo el tomate, coloco las bebidas y organizo las bandejas de los ingredientes», explica, matizando que, ahora, está aprendiendo a rellenar y organizar las cámaras. «Me gusta lo que hago, estoy contento».
Samaniego tiene 27 años y, después de siete en la tienda de pizzas, tiene un contrato indefinido. Antes, trabajó en Volvo, pero asegura que le gusta más lo que hace ahora. Trabaja a media jornada, lo cual le permite ganar un sueldo y, por la tarde, le deja tiempo para sus aficiones: es el capitán del equipo de baloncesto de Síndrome de Down, hace natación y, sobre todo, le gusta salir. «Hay que ganar dinero para salir a las fiestas de Burgos: el Carnaval, la Semana Santa, San Pedro, y para el verano».
El plan más inmediato de su agenda de ocio es la Semana Santa, momento en el que aprovechará para ver las procesiones y, también, para tomarse unos pinchos. «Y eso cuesta dinero», explica con una sonrisa, casi permanente durante toda la entrevista. La independencia que demuestra en su espacio de trabajo, la mantiene cuando sale, ya que siempre va y viene solo al trabajo. «Cojo el autobús, que me deja en la puerta», apunta.
Después de siete años en la misma empresa, Samaniego no solo tiene un evidente buen trato con el resto de los trabajadores (menciona de inmediato a sus compañeras «Clara y Carmen»), sino que también conoce a la perfección sus horarios y cometidos. «Las pizzas las hace el Carmelo, y el jueves estuvo solo», cuenta, para explicar de inmediato que en las ocasiones en las que Carmelo no tiene compañía, le gustaría poder ayudarle. «Me gustaría aprender y poder hacer pizza», dice mirando al maestro, Carmelo.

Daniel Visa, 23 años: «Nunca he tenido problemas para encontrar trabajo»

Daniel Visa tiene 23 años y afirma que nunca ha tenido problemas para encontrar trabajo. De hecho, antes de empezar en el Centro Especial de Empleo de Aspanias, fue reponedor en el supermercado Spar y en San Miguel, donde le ofrecieron renovar, «pero en ese momento no me interesaba».
Ahora, lleva algo más de un año dedicado a remachar y embolsar unas piezas que Renault utiliza para los elevalunas de un modelo, un puesto al que accedió porque encajaba con su perfil. «La remachadora no sabía utilizarla, pero aprendí muy rápido», explica mientras la maneja con soltura. Una vez hecho esto, las piezas se mandan a la fábrica, que trabaja con ellas y las devuelve para que los empleados de Aspanias las embolsen. Cada día, Visa y otras cinco personas empaquetan alrededor de 1.500 piezas.
Él dejó los estudios en 3º de la ESO y se apuntó a un programa de Garantía Social (destinado a jóvenes que no tienen el graduado en Secundaria para facilitarles el acceso al mercado) para prepararse como auxiliar adminitrativo y de alojamiento. «De momento, estoy bien aquí. Ser reponedor era muy aburrido» dice, añadiendo que, en un futuro, le gustaría ser carretillero. «Hay que cambiar para aprender cosas nuevas», comenta.
Visa es uno de los poquísimos trabajadores del centro de empleo de Aspanias que tienen carné de conducir, algo que le dará puntos para optar a la conducción de carretillas. «Me lo saqué porque quise, pero aquí vengo en autobús», comenta. Otra cosa que le diferencia es que no teme al ordenador, y de hecho, mantiene al día varias cuentas en redes sociales. Trabajar le hace sentirse útil, y le da independencia, aunque no tanta como le gustaría. «Vivo con mis padres y me gustaría independizarme, pero con la crisis está todo muy mal», concluye.

Noticia obteniada en: www.diariodeburgos.es

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